¿Cómo ayudar al alumnado a construir su proyecto vital?

Hace ya tres años que acompañamos, mediante la metodología RIEDUSIS, al equipo de la escuela de formación profesional La Inmakulada de Tolosa, en el País Vasco (España). Y ya hace un año y medio que su experiencia avanzada de cambio (prototipo) avanza con un grupo de veinte alumnos y alumnas, de 18 a 22 años, del CFGS de Integración Social (formación profesional). Una apuesta por centrar la formación en el alumnado y ayudarles a construir su proyecto vital.

El objetivo del prototipo, expresado claramente en su diseño, era ofrecer a este alumnado una experiencia que no solo lo preparara de forma excelente para el mundo profesional, sino que su paso por el centro (2 años) fuera una experiencia vital como personas y futuros profesionales que les dejara un profundo impacto. Con esta intención y con este propósito, diseñaron un prototipo focalizando la carga de conocimientos (menos conocimientos pero más profundos y más transversales) y apostando fuertemente por diseñar experiencias que ayudaran a su alumnado a construir un proyecto vital. Un ciclo formativo que optara decididamente por construir personas autónomas, críticas, con iniciativa emprendedora, cooperadoras y comprometidas con la sociedad y con el ser humano; a ser creativas y construir su proyecto vital, y a ser personas multilingües y globales desde el fuerte y profundo enraizamiento a su cultura y a su lengua.

En síntesis, un 75% del tiempo efectivo, el alumnado está inmerso en un trabajo de retos interdisciplinares y transdisciplinares, y un 25% en vivencias vinculadas al crecimiento personal y vital. Y todo esto, diseñado, producido, dinamizado y liderado por un pequeño equipo de docentes que se ha atrevido a ir más allá de la pura transmisión de conocimientos para convertirse en desarrolladores de personas y en referentes humanos.

El equipo de Reimagine Education Lab ha ido allí a realizar la evaluación de proceso que, de acuerdo con la metodología RIEDUSIS, es previa a la evaluación de impacto, y que consiste en contrastar el diseño que se realizó con el desarrollo efectivo en el aula, para ajustar aquellos elementos que se consideraran y seguir avanzando en la experiencia de transformación para toda la Ikastola, que es el prototipo.

Y hemos quedado impactados… en el corazón… profundamente. Vivir de primera mano, mediante entrevistas, grupos foco y observaciones de actividad, cómo es posible producir y aumentar una relación mágica entre el alumnado y el equipo docente, y entre el propio alumnado y su entorno, para crecer decididamente en el proyecto vital, te deja una profunda huella interior como observador.

En nuestra breve estancia, hemos captado que la vivencia de su aprendizaje es profundamente humana, que las experiencias que viven en la escuela impactan en la forma de mirar la vida, sus relaciones, su futura profesión, y ayudan a descubrir su vocación en el mundo, a abrirse nuevas  posibilidades… en definitiva, a ser los protagonistas de su aprendizaje porque también aprenden a ser los protagonistas de su propia vida.

No podemos explicar en un post toda la riqueza de los mecanismos que han creado para asegurar un acompañamiento individual y grupal del alumnado rico y provocador, pero el espacio de crecimiento y la tutoría en pequeños grupos afines, el diario de bitácora, el espacio lúdico, la guía que hace el alumnado de segundo al de primero, los “ispiluen” (espejos), que son una tutoría individual y personalizada, son algunos ejemplos. Y todo ello dentro de un entorno retador y activo en que el alumnado es el protagonista de su aprendizaje por medio del trabajo individual y en equipo de retos planteados con un enfoque globalizado.

Esta es la escuela que soñamos hecha realidad. Una escuela en que el alumnado, junto con el equipo docente, juegan, cantan, bailan, trabajan, aprenden, se acompañan, descubren el amor… en que el profesorado está formado por acompañantes que se preocupan por ellos como personas y en que su feedback es una importante herramienta para construir y diseñar, de forma inseparable, su crecimiento personal y profesional. Un entorno en el que aprender entre iguales y disfrutar de un compañero mayor que hace las veces de mentor, te ayuda, te orienta en el proceso de aprendizaje, porque él ya ha pasado por este proceso… y todo ello se convierte en una experiencia de crecimiento y de autonomía muy potente.

En definitiva, un espacio/tiempo muy alejado de una fábrica por donde pasan cohortes de alumnados a los que se transmite conocimientos y se les da un título, y muy próximo a la propia vida, centrándose en los seres humanos que entran en contacto y se potencian, personal y profesionalmente, durante dos años.

Fruto de la evaluación de proceso seguro que habrá que ajustar, mejorar y replantear mecanismos y acciones…, pero hoy no tenemos ninguna duda: ¡ojalá hubiéramos vivido una experiencia como esta cuando fuimos a la escuela de adultos! ¡Gracias Inmakulada!

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